Nunca pensé en
terminar el escrito, ni siquiera pasó por mi mente intentar escribir. Siempre me detenía sin darle importancia,
pero manifestando mi mayor agrado por vivir experiencias nuevas, sin embargo,
en algún momento de mi vida llegué a tocar el punto máximo de la felicidad de
tal forma que mi mente quería estallar en llanto y demostrar que las lágrimas
no siempre son de tristeza.
Extasiarme y
manifestar que amo mi vida no se dio en un episodio limpio, sino en uno no muy
aceptado por la sociedad. Realmente ¿a quién le importa?, sólo a mí y a mi
vida, pues es ella quien quiere que nos
arriesguemos, que sea usada hasta el límite porque sabe que no nos
encontraremos nunca más cuando todo termine.
Las ganas de
escribir se hacen presentes en cualquier momento, inquietamente y con
sentimientos encontrados al querer mostrar lo malo y lo bueno que contiene lo
ya vivido. Ahora me encuentro en
pantaloneta, una camisa medianamente sucia y las manos frías después de una extenuante
labor doméstica, pues entre plato y plato que lavo va entrando en mi interior
el calor de los recuerdos y de repente siento la piel de gallina, además de
otras extrañas sensaciones que alteran mis sentidos tan sólo con escuchar una
épica melodía que me conmueve al seguir su contagioso ritmo que me lleva a
repetirla una y otra vez. Escucharla en
vivo es magnífico, crea un portal inmenso de posibilidades, de historias
contenidas en una mente absurda y gastada por el tiempo, pero que mantiene su
expectativa de llenarse y reformarse sin perder un segundo de vida en lamentos
tontos y aunque no lo crean eso es lo
que siento con cada espectacular y delirante nota y aunque no quiero que acabe,
sé que tendrá fin, esta vez y como siempre un gran fin, limpio, sarcástico y
con una profunda evocación al recuerdo atrapado en la mente por una melodía tan
majestuosa y vivaz.
Creo que me he
desviado mucho del tema aplaudiendo
mentalmente cada una de las cosas que
han ocurrido, que al parecer son muchas, pero simplemente tengo que aceptar que
la culpable fue esa canción, por eso hago un alto en el camino y antes de dejar
desbordar mi felicidad hasta el límite en estas líneas, les daré el placer de
que escuchen a qué me refiero, pues sería egoísta de mi parte no otorgar esta perfección de canción.
Me disculpo por
este corto tan impertinente y sugiero que cuando terminen de escuchar, si
pueden a full volumen, retomen la lectura desde cuando empecé a hablar de
ella...(http://www.youtube.com/watch?v=CdDDY5nVA3A )
... Sin más
preámbulo “Mi casa en salsa rosada”, es algo así como el nombre que le daría a
mi vida si me lo preguntaran, ¿original?, ¡nunca!, sé que alguien más ha pensado como yo, pero estar atragantado de papas con salsa y
verme, es revivir el momento íntimo y delicado anterior a mi cena, por lo que
he llegado a pensar que no hay nada de malo en llevar al público una historia
repetida mentalmente; jajaja, eso sonó bastante grande y no, yo sólo me refiero
a mi pequeño público.
Todo empezó con un
ideal muy vacio... “consumir", o
más bien, sacrificar unos cuantos latidos o unas cuantas horas de mi vida a
cambio de la felicidad instantánea, pero
la osadía me atrapó sin dar un paso atrás, mostrando que ¿muy en el
fondo?, ¡ No! cada rincón de mi cuerpo quería tomar esa decisión y dar lo que
se requería para tan magna experiencia.
11:00 de la mañana
y aún mi víctima y victimaria no se despegaba de su celular manifestando amor
explosivo y una gran confianza en sus palabras, aunque no las sentía de corazón
como debía ser de un momento a otro el juego dio su inicio y me tomó de la mano
para dirigimos a ese lugar del cual no deseábamos salir, sino enclaustrarnos
sin fijarnos de la premura del tiempo que marcaba el reloj.
Aunque ella y yo ya
habíamos tenido un encuentro sabíamos que esa vez sería diferente, pues había
un “algo especial”, que aceleró el ritmo y nos llevó a fundirnos en los besos,
las caricias y una pasión incontenible acompañada por el deseo, el gusto
mórbido y sensacionalista, que se tomaba
de la mano de una pisca de lujuria que siempre llevamos en nuestra mente y que
no siempre quisimos aceptar, pues en todo momento estuvo ahí inconsciente,
esperando el momento perfecto para salir y manifestarse en la mejor escena erótica que muchos desearían alcanzar.
El mayor estado de
locura no había llegado aún, pues no había sacado de mi maleta el que sería el
boleto V.I.P para tocar las estrellas y regresar al cabo de un tiempo al
planeta tierra , pero tan pronto salió aquella caja de uno de los bolsillos
vimos dos de aquellos pases, de los cuales sólo usamos uno, pues la química y
la atracción física eran más que combustible para prender el fuego que había en
nuestro interior y fue justo ahí cuando encendimos aquel sabroso cigarro que
nos hizo volar más allá de las nubes y como cinturón de seguridad utilizamos
nuestros cuerpos unidos ya en fervorosa pasión.
Nuestro destino era
incierto y un tanto asfixiante, por lo que
nuestros labios se juntaron para darle vida y oxígeno el uno al otro;
nuestro alimento fue nuestro propio cuerpo, sazonado con miles de especias sin
color que dejaban un gran sabor añejado por los años y una delicada capa de
experiencia innata que sólo tenemos algunos en nuestra roja sangre que se encarga de hacer vivir nuestra
alma y quemar pretensiones y sentimientos, calcinando temporalmente
innumerables recuerdos e imágenes que nos hacen retroceder en cierta parte
hasta sentir un dulce sabor llamado
felicidad. Un sabor tan instantáneo y a la vez tan eficaz que te hace pensar
por un instante querer morir y saber que puedes hacerlo, no sin antes
cuestionarte si realmente es válido hacerlo, pues la vida es tan larga que te
permitirá experimentar miles de intentos, sensaciones, momentos, decepciones,
sustos, éxitos, pérdidas y !TANTO!, que fue justo allí cuando aprendí a
apreciar la vida.
Nuestros carnales
cinturones de seguridad, no se habían gastado ni un poco, la alta temperatura y
el lívido era impresionante, nos permitieron viajar hasta donde quisimos
mientras hacíamos lo que más nos gusta. Sentimos la mayor emoción posible
mezclando todo, limpiando el alma de lo
malo y queriendo gritar sin importarnos nada, pues vivíamos mientras vivíamos y
nunca pensamos en lo graciosos que somos, pues ahora caigo en la cuenta de que
si hay un verdadero suero de la verdad, era ese, pues con ese delicioso
"cachito", te conoces a fondo y el o la que está contigo ve quién
eres en verdad y aquella vez fui como soy, sólo que en esa ocasión la ropa ya
no hacía parte de mi (ni de ella), ni siquiera planeé llevarla a nuestro viaje
al que únicamente la imaginación, un corazón en busca de sensaciones y una
libreta mental o cámara de fotos temporales
para tomar intangibles recuerdos fueron nuestros acompañantes.
No teníamos que
pronunciar muchas palabras pues al mirarnos sólo nos separaba un sutil velo de
felicidad que nos llevaba a un sueño casi eterno en el que veíamos el rostro
amable de un mundo imaginario que era habitado por nosotros dos, un mundo en el
que susurrábamos palabras al azar y reíamos hasta que sentíamos que el fin se
acercaba.
Cuando aquel delicioso
y excitante viaje finalizaba nos quedó algo de tiempo para dialogar sobre un
mundo sin restricciones, con secretos deliciosamente guardados y una vida poco
rutinaria; también tuvimos espacio para crear los mejores chistes, sacando a la
luz nuestro mejor repertorio para conducirnos a un mundo submarino sin peces,
ni habitad conocido, sin embargo, el inclemente frio hizo su aparición y mostró
sus armas haciendo que ella se encogiera de hombros y dijera “no lo hare”, y
acepté su decisión enfrentando yo solo a mi pensamiento que me indicaba que si
no era en aquel instante, me quedaría en "stanby”, así que me sumergí
pretendiendo que sería distinto, pero sólo cambiaron algunas cosas, por lo que
me sentí un poco abrumado y un algo de superioridad no fue difícil de encontrar
en mi, de hecho fue diferente, pero gané una sonrisa extrema.
Apresuradamente
nuestro equipaje nuevamente estaba listo en aquel cuarto de hotel y esperaba
sin afán a que regresáramos a la realidad, y nosotros, aún rezagados y
tambaleantes, no logramos que nuestras mentes respondieran tan ágilmente como
era costumbre, dimos la vuelta al reloj de arena y volvimos para continuar con
nuestras rutinas.
En medio de la
evidente fatiga un último beso nos atrapó en un sutil instante en la existencia
de los dos; ella tomó su mano y la puso sobre mi rostro con la ambición de
volvernos a ver, pero con la seguridad de que no será así; sus ojos aún
aturdidos mostraron una felicidad total y al tocar el límite del cansancio,
sólo querían cerrarse, por lo que soltó mi rostro y mi mano y de un momento a
otro abordó al monstruo mecánico que la llevaría a su reino aún visible por los dos.
Yo por mi parte no
logré despedir a la princesa que me hizo volar, pues luchaba por enfocar mi
atención en una cosa a la vez siendo víctima de unas injustificadas ansias de
comer, que resultarían, creo yo, de haber viajado hasta donde sólo ella y yo
sabemos que fue y miré mi plato y me vi aquí sentado, con una hamburguesa a
medio comer y algunas papas bañadas en salsa rosada y veo que la historia se
repitió en mi cabeza y ahora vivo ese momento a miles de latidos por año,
viendo que el tiempo ha transcurrido tan lentamente tan sólo para llevarme poco a poco al lugar en el que
encontré la inspiración para decirle a ustedes, los que me leen, que mi vida,
definitivamente, !es mi casa en salsa rosada!.
!Gracias!