domingo, 8 de julio de 2012

Mi Casa En Salsa Rosada


Nunca pensé en terminar el escrito, ni siquiera pasó por mi mente intentar escribir.  Siempre me detenía sin darle importancia, pero manifestando mi mayor agrado por vivir experiencias nuevas, sin embargo, en algún momento de mi vida llegué a tocar el punto máximo de la felicidad de tal forma que mi mente quería estallar en llanto y demostrar que las lágrimas no siempre son de tristeza.

Extasiarme y manifestar que amo mi vida no se dio en un episodio limpio, sino en uno no muy aceptado por la sociedad. Realmente ¿a quién le importa?, sólo a mí y a mi vida, pues es ella quien quiere que  nos arriesguemos, que sea usada hasta el límite porque sabe que no nos encontraremos nunca más cuando todo termine.

Las ganas de escribir se hacen presentes en cualquier momento, inquietamente y con sentimientos encontrados al querer mostrar lo malo y lo bueno que contiene lo ya vivido.  Ahora me encuentro en pantaloneta, una camisa medianamente sucia y las manos frías después de una extenuante labor doméstica, pues entre plato y plato que lavo va entrando en mi interior el calor de los recuerdos y de repente siento la piel de gallina, además de otras extrañas sensaciones que alteran mis sentidos tan sólo con escuchar una épica melodía que me conmueve al seguir su contagioso ritmo que me lleva a repetirla una y otra vez.  Escucharla en vivo es magnífico, crea un portal inmenso de posibilidades, de historias contenidas en una mente absurda y gastada por el tiempo, pero que mantiene su expectativa de llenarse y reformarse sin perder un segundo de vida en lamentos tontos  y aunque no lo crean eso es lo que siento con cada espectacular y delirante nota y aunque no quiero que acabe, sé que tendrá fin, esta vez y como siempre un gran fin, limpio, sarcástico y con una profunda evocación al recuerdo atrapado en la mente por una melodía tan majestuosa y vivaz.

Creo que me he desviado mucho del tema  aplaudiendo mentalmente cada una de las  cosas que han ocurrido, que al parecer son muchas, pero simplemente tengo que aceptar que la culpable fue esa canción, por eso hago un alto en el camino y antes de dejar desbordar mi felicidad hasta el límite en estas líneas, les daré el placer de que escuchen a qué me refiero, pues sería egoísta de mi parte  no otorgar esta perfección de canción.

Me disculpo por este corto tan impertinente y sugiero que cuando terminen de escuchar, si pueden a full volumen, retomen la lectura desde cuando empecé a hablar de ella...(http://www.youtube.com/watch?v=CdDDY5nVA3A )
... Sin más preámbulo “Mi casa en salsa rosada”, es algo así como el nombre que le daría a mi vida si me lo preguntaran, ¿original?, ¡nunca!,  sé que alguien más ha pensado como yo,  pero estar atragantado de papas con salsa y verme, es revivir el momento íntimo y delicado anterior a mi cena, por lo que he llegado a pensar que no hay nada de malo en llevar al público una historia repetida mentalmente; jajaja, eso sonó bastante grande y no, yo sólo me refiero a mi pequeño público.

Todo empezó con un ideal muy vacio... “consumir",  o más bien, sacrificar unos cuantos latidos o unas cuantas horas de mi vida a cambio de la felicidad instantánea, pero  la osadía me atrapó sin dar un paso atrás, mostrando que ¿muy en el fondo?, ¡ No! cada rincón de mi cuerpo quería tomar esa decisión y dar lo que se requería para tan magna experiencia.

11:00 de la mañana y aún mi víctima y victimaria no se despegaba de su celular manifestando amor explosivo y una gran confianza en sus palabras, aunque no las sentía de corazón como debía ser de un momento a otro el juego dio su inicio y me tomó de la mano para dirigimos a ese lugar del cual no deseábamos salir, sino enclaustrarnos sin fijarnos de la premura del tiempo que marcaba el reloj.

Aunque ella y yo ya habíamos tenido un encuentro sabíamos que esa vez sería diferente, pues había un “algo especial”, que aceleró el ritmo y nos llevó a fundirnos en los besos, las caricias y una pasión incontenible acompañada por el deseo, el gusto mórbido y sensacionalista,  que se tomaba de la mano de una pisca de lujuria que siempre llevamos en nuestra mente y que no siempre quisimos aceptar, pues en todo momento estuvo ahí inconsciente, esperando el momento perfecto para salir y manifestarse en la mejor escena  erótica que muchos desearían alcanzar.

El mayor estado de locura no había llegado aún, pues no había sacado de mi maleta el que sería el boleto V.I.P para tocar las estrellas y regresar al cabo de un tiempo al planeta tierra , pero tan pronto salió aquella caja de uno de los bolsillos vimos dos de aquellos pases, de los cuales sólo usamos uno, pues la química y la atracción física eran más que combustible para prender el fuego que había en nuestro interior y fue justo ahí cuando encendimos aquel sabroso cigarro que nos hizo volar más allá de las nubes y como cinturón de seguridad utilizamos nuestros cuerpos unidos ya en fervorosa pasión.

Nuestro destino era incierto y un tanto asfixiante, por lo que  nuestros labios se juntaron para darle vida y oxígeno el uno al otro; nuestro alimento fue nuestro propio cuerpo, sazonado con miles de especias sin color que dejaban un gran sabor añejado por los años y una delicada capa de experiencia innata que sólo tenemos algunos en nuestra roja  sangre que se encarga de hacer vivir nuestra alma y quemar pretensiones y sentimientos, calcinando temporalmente innumerables recuerdos e imágenes que nos hacen retroceder en cierta parte hasta sentir un dulce  sabor llamado felicidad. Un sabor tan instantáneo y a la vez tan eficaz que te hace pensar por un instante querer morir y saber que puedes hacerlo, no sin antes cuestionarte si realmente es válido hacerlo, pues la vida es tan larga que te permitirá experimentar miles de intentos, sensaciones, momentos, decepciones, sustos, éxitos, pérdidas y !TANTO!, que fue justo allí cuando aprendí a apreciar la vida.

Nuestros carnales cinturones de seguridad, no se habían gastado ni un poco, la alta temperatura y el lívido era impresionante, nos permitieron viajar hasta donde quisimos mientras hacíamos lo que más nos gusta. Sentimos la mayor emoción posible mezclando todo, limpiando el alma de  lo malo y queriendo gritar sin importarnos nada, pues vivíamos mientras vivíamos y nunca pensamos en lo graciosos que somos, pues ahora caigo en la cuenta de que si hay un verdadero suero de la verdad, era ese, pues con ese delicioso "cachito", te conoces a fondo y el o la que está contigo ve quién eres en verdad y aquella vez fui como soy, sólo que en esa ocasión la ropa ya no hacía parte de mi (ni de ella), ni siquiera planeé llevarla a nuestro viaje al que únicamente la imaginación, un corazón en busca de sensaciones y una libreta mental o cámara de fotos temporales  para tomar intangibles recuerdos fueron nuestros acompañantes.

No teníamos que pronunciar muchas palabras pues al mirarnos sólo nos separaba un sutil velo de felicidad que nos llevaba a un sueño casi eterno en el que veíamos el rostro amable de un mundo imaginario que era habitado por nosotros dos, un mundo en el que susurrábamos palabras al azar y reíamos hasta que sentíamos que el fin se acercaba.

Cuando aquel delicioso y excitante viaje finalizaba nos quedó algo de tiempo para dialogar sobre un mundo sin restricciones, con secretos deliciosamente guardados y una vida poco rutinaria; también tuvimos espacio para crear los mejores chistes, sacando a la luz nuestro mejor repertorio para conducirnos a un mundo submarino sin peces, ni habitad conocido, sin embargo, el inclemente frio hizo su aparición y mostró sus armas haciendo que ella se encogiera de hombros y dijera “no lo hare”, y acepté su decisión enfrentando yo solo a mi pensamiento que me indicaba que si no era en aquel instante, me quedaría en "stanby”, así que me sumergí pretendiendo que sería distinto, pero sólo cambiaron algunas cosas, por lo que me sentí un poco abrumado y un algo de superioridad no fue difícil de encontrar en mi, de hecho fue diferente, pero gané una sonrisa extrema.

Apresuradamente nuestro equipaje nuevamente estaba listo en aquel cuarto de hotel y esperaba sin afán a que regresáramos a la realidad, y nosotros, aún rezagados y tambaleantes, no logramos que nuestras mentes respondieran tan ágilmente como era costumbre, dimos la vuelta al reloj de arena y volvimos para continuar con nuestras rutinas.

En medio de la evidente fatiga un último beso nos atrapó en un sutil instante en la existencia de los dos; ella tomó su mano y la puso sobre mi rostro con la ambición de volvernos a ver, pero con la seguridad de que no será así; sus ojos aún aturdidos mostraron una felicidad total y al tocar el límite del cansancio, sólo querían cerrarse, por lo que soltó mi rostro y mi mano y de un momento a otro abordó al monstruo mecánico que la llevaría a su reino aún  visible por los dos.

Yo por mi parte no logré despedir a la princesa que me hizo volar, pues luchaba por enfocar mi atención en una cosa a la vez siendo víctima de unas injustificadas ansias de comer, que resultarían, creo yo, de haber viajado hasta donde sólo ella y yo sabemos que fue y miré mi plato y me vi aquí sentado, con una hamburguesa a medio comer y algunas papas bañadas en salsa rosada y veo que la historia se repitió en mi cabeza y ahora vivo ese momento a miles de latidos por año, viendo que el tiempo ha transcurrido tan lentamente tan sólo  para llevarme poco a poco al lugar en el que encontré la inspiración para decirle a ustedes, los que me leen, que mi vida, definitivamente, !es mi casa en salsa rosada!.

!Gracias!